Por Jaime A. Collins
«Los Comunes de Inglaterra declaramos que,
por debajo de Dios, el pueblo es el origen de todo poder justo»
El Parlamento a Carlos I de
Inglaterra
Voy a
referirme al desarrollo del Estado moderno (EM), al pensamiento renacentista e
ilustrado que lo inspiró, y al establecimiento del parlamentarismo inglés como forma de gobierno de avanzada en
la Europa de la era moderna. Seré descriptivo y breve, y utilizaré un enfoque
histórico para tal fin.
Para
empezar, el EM tuvo su origen histórico en las luchas de la burguesía europea
de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, para otros el EM surgió y se desarrolló
en Europa a partir del siglo XIII y se prolongó hasta finales del siglo XIX. Pero
¿qué entendemos por EM? Es la primera forma propiamente política de
organización social. En éste, el poder se institucionalizó y tendió a
convertirse en impersonal. Fue el resultado de la voluntad y las acciones de los
individuos. Para explicar el origen del EM, la filosofía social del siglo XVIII
fue fundamental porque generó condiciones favorables al cuestionar la visión teológica
del poder y del Estado, así como los privilegios dinásticos. En este contexto,
el punto de partida fue el contrato
social que buscaba la realización del bien común. Con esta tendencia, el
liberalismo clásico se constituyó en base del EM al plantear limitaciones
jurídicas al poder, defender la libertad individual, el Estado de derecho y la
división de poderes. Para el liberalismo estas características crearían las
condiciones para el progreso de la sociedad. Y llegamos a mediados del siglo
XIX cuando el pensamiento liberal ganó poderosos defensores —en todo el mundo— con
la extensión del sufragio, la disminución de la arbitrariedad gubernativa y la
tolerancia frente a distintas ideas políticas. De esta forma, el liberalismo se
plantea como una respuesta al problema de cómo se ejercen las funciones del
Estado, mientras que la democracia como una respuesta a la cuestión de quién la
ejerce. En otras palabras, el liberalismo tendría que ver con el desarrollo de
la libertad mientras que la democracia con la igualdad.
Ahora,
¿cómo ocurre la transición del Estado medieval al moderno? A lo largo de la edad
media —en el mundo cristiano— el poder supremo estaba en manos del Papado. Y el
Papa en su condición de vicario de Cristo debía ejercer el gobierno universal.
En ese sentido, la segunda autoridad de la Cristiandad la constituía el
emperador, pero de modo limitado ya que su legitimidad solo podía ser
garantizada y asegurada por el Papa. No
obstante, este «reparto» de la autoridad no evitó que surgieran fuertes
conflictos entre ambos poderes, ya fuera por el control del nombramiento de los
clérigos, por la administración de justicia o por el derecho a recaudar las
rentas de la Iglesia. El emperador no fue el único en cuestionar los derechos
universales del Papado, también los monarcas comenzaron a presentar sus quejas. Para acrecentar el problema, el gran cisma luterano
acabó con el prestigio del Papado, que se vio obligado a firmar acuerdos con
distintos monarcas, otorgándoles el control fiscal y de nombramientos sobre el
clero. Así, en 1516 se firmó el acuerdo o concordato con Francisco I de Francia
y en 1523 con Carlos I de España.
De
otro lado, en el periodo medieval una escalada de invasiones obligó a los monarcas
a delegar la protección de sus territorios a representantes de la nobleza. Este
proceso coexistió con el vasallaje de las masas campesinas a un señor feudal a
cambio de protección. Los feudos se constituyeron así en unidades autárquicas
bajo la jurisdicción de un señor. El incremento del poder feudal llevó a estos
señores a ver al monarca como el
primero entre iguales, pero no el superior, respetando el carácter
religioso de su poder. Como contraparte, el impulso comercial y urbano dio como
fruto la aparición de un nuevo grupo social: la burguesía, que representó un freno a las pretensiones feudales. Es más, los
monarcas contribuyeron con el desarrollo de la burguesía al otorgarles
privilegios y acogerlos bajo su
jurisdicción, alejándolos del control feudal. La excepción a esta regla sucedió
en el norte de Italia donde las ciudades se mantuvieron autárquicas y autónomas
convirtiéndose en ciudades estado.
Como parte de esta construcción
histórico-política, la idea del Estado-Nación emergió en la medida que el EM fue
adquiriendo soberanía irrestricta
sobre su territorio y capacidad para integrar socialmente identidades y
solidaridades amplias. Así el EM se fue convirtiendo en el representante del
interés nacional.
En
este proceso de cambios hacia el EM el pensamiento en occidente con el Renacimiento (s. XV-XVI) y la Ilustración
(s. XVIII, siglo de las luces) fueron fundamentales. El caso del Renacimiento
fue una expresión de liberalismo que
buscaba reorientar el pensamiento que
concebía al mundo y al orden social —incluidos el origen y justificación del
poder político— como frutos de la voluntad divina. Este renacer se desarrolló
aún más con la invención de la imprenta, lo cual incrementó el acceso de las
personas al conocimiento de los griegos y romanos. Por su parte, la Ilustración tuvo una visión de futuro
basada en la razón como único medio para conseguir la verdad. Este movimiento
tuvo como pilares: 1ro, el progreso de la humanidad como combinación de ciencia
y técnica; 2do, la naturaleza como origen de todo lo genuino y verdadero;
y 3ro, la felicidad como bien al que todo hombre tenía derecho. En
este sentido, la política se concibió como el “arte de hacer felices a los
pueblos”.
Entonces,
¿qué hizo diferente al EM de los estados medievales? 1ro, una progresiva centralización
del poder en lo social,
económico y político, sin aceptar otro poder equivalente dentro de su territorio; 2do, una creciente concentración de
funciones en manos de una
burocracia profesional que creció con el desarrollo de una nueva gestión; 3ro, un creciente
proceso de secularización
que implicó la separación de la política y la administración del dogma
religioso. El poder y la política se fueron
legitimando en la racionalidad del individuo y sus propias leyes. De este modo,
el Estado avanzó con autonomía en un proceso de construcción política.
Y
¿qué regímenes políticos se desarrollaron en la Europa de la era moderna? 1ro, el absolutismo en el que el monarca concentraba
todos los poderes del Estado. “Cuando el rey se levanta, Francia entera se
levanta”. “El estado soy yo, yo soy Francia” (Luis XIV, rey de Francia).
Esta soberanía recaía en el monarca no sólo por derechos dinásticos (familiares) sino también por derecho divino. Si el Papa era el
representante espiritual de Dios en la tierra, los monarcas eran sus
representantes políticos. Por lo tanto las leyes, la justicia y hasta la vida
de las personas dependían del monarca. Por eso las personas eran súbditas del
monarca; pero no ciudadanos; 2do, el despotismo ilustrado que
implicaba la adaptación de las monarquías absolutas a las nuevas ideas del «siglo
de las luces». Los monarcas se dieron cuenta de que necesitaban modernizar sus Estados,
como ya estaba ocurriendo en Inglaterra y Holanda gracias a la burguesía y al
comercio. Con el apoyo de los ilustrados y de técnicos especializados
promovieron el desarrollo de la agricultura y de la artesanía. Se introdujeron nuevas
técnicas, nueva infraestructura que favoreciera un mayor desarrollo del
comercio (carreteras, puertos o canales). También se dedicaron a la educación
con la creación de escuelas y universidades. Y a la sanidad con hospitales.
Estas actuaciones, que mejoraron la imagen del monarca y elevaron el nivel de
vida de sus súbditos, no fueron acompañadas de un programa de reformas
políticas. Los monarcas ilustrados como Federico «el grande» de Prusia, Carlos III de España, Luis
XVI en Francia o Catalina
de Rusia no cedieron ninguna de sus prerrogativas absolutistas, por
lo que se define a este tipo de monarquía como “gobierno para el pueblo pero sin el pueblo”. Las monarquías europeas, aunque ilustradas, conservaron
los rasgos de los regímenes absolutos, haciendo evidentes —dentro de sus
territorios y sus colonias— los riesgos de una ruptura; 3ro, el
parlamentarismo inglés que mediatizó el poder del monarca y que
trataremos con mayor amplitud en la siguiente sección.
El parlamentarismo inglés se estableció tras las revoluciones del siglo
XVII, sobre todo tras la «revolución gloriosa»
de 1689. Inglaterra pasó entonces de una monarquía absoluta a un régimen
parlamentario (monarquía parlamentaria). En este proceso, las universidades
inglesas y escocesas se convirtieron en la base de la ilustración británica, destacando
John Locke como teórico del nuevo régimen de gobierno. Se estableció el Parlamento
entonces como bicameral —una cámara para los Lores y otra para los Comunes—,
siendo respetado y sostenido por la nobleza y la burguesía. Fueron pocos los Estados europeos
que se libraron del absolutismo monárquico como fórmula de ejercicio del poder.
Entre ellos destacaron tres: Holanda, la República de Venecia e Inglaterra.
El
desarrollo del parlamentarismo en Inglaterra fue un proceso que duro siglos. En
este proceso se fueron logrando un conjunto de normas con rango constitucional: La
Carta Magna (The Great Charter) en 1215 con Juan sin Tierra —dinastía
Plantagenét— que aprobó limitaciones al poder real por un consejo; el Tallagio
non concedendo en 1304 con Eduardo I —dinastía Plantagenét— que aprobó
la no imposición de impuestos o subsidios sin autorización; la
Petición de derechos (Petition
of right) en 1628 con Carlos I —dinastía Estuardo— que aprobó garantías
concretas para los súbditos que el monarca no podía vulnerar; y la Carta
de derechos (Bill of Right) en 1689 con Guillermo III y María II —dinastías
de Orange-Nassau y Estuardo— que restablece y fortalece las facultades del Parlamento.
Como vemos, la
Carta de derechos fue un documento
que impuso el Parlamento al príncipe Guillermo de Orange para poder suceder al rey Jacobo. El propósito de este texto fue recuperar y fortalecer facultades
parlamentarias desaparecidas o mermadas durante el reinado absolutista de los
Estuardo (Carlos II y Jacobo II). La Carta constituye uno de los
precedentes inmediatos de las modernas «Declaraciones de Derechos» incluyendo: El
preámbulo de la Declaración de independencia de los Estados
Unidos (1776); la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano
(1789); y la Declaración universal de los derechos humanos (1948).
Volvamos
ahora a la revolución inglesa (1642-1689). En este periodo Inglaterra pasó por varias guerras
civiles entre pro-parlamentaristas y pro-monárquicos quienes se disputaban el control
del poder politico. La primera guerra civil (1642–1645) terminó con el retiro
del poder —a Carlos I— de disolver el Parlamento. La segunda guerra civil
(1648–1649), en la que los pro-parlamentaristas fueron dirigidos por Oliver
Cromwell, terminó con la decapitación del rey Carlos I acusado de traición. La
tercera guerra civil (1649–1651), en la que Cromwell se enfrentó a pro–monárquicos
de Irlanda y Escocia a favor del futuro Carlos II, terminó con el triunfo del primero y el establecimiento
de una república autoritaria. A este periodo de gobierno se le conoce como
Protectorado de los Cromwell (duró hasta 1960). Puede resultar contradictorio;
pero en este periodo se abolió la cámara de los Lores. Con la muerte de Oliver Cromwell
y la renuncia de su hijo se restauró la dinastía de los Estuardo (1660–1688)
con Carlos II. En 1685 Jacobo II (católico) se convirtió en rey tras la muerte
de su hermano Carlos. En 1689 Jacobo II fue derrocado por el Parlamento y su
puesto fue declarado vacante. Guillermo III y María II —protestantes, y ella hija de Jacobo— aceptaron
asumir el trono bajo las condiciones de la Carta
de derechos. Desde entonces ningún rey intentó jamás gobernar sin el Parlamento
o contrariamente a los votos de los Comunes. El Parlamento asumió así muchos de
los atributos del monarca. No está demás señalar que la «revolución gloriosa»
de 1689, que puso fin a la revolución inglesa, es también conocida como «revolución
incruenta» porque más que un conflicto militar fue un conflicto político con un
trasfondo religioso.
En
conclusión, el Estado y los regímenes políticos en Europa de la era moderna fueron
cambiando en la medida que el liberalismo y el pensamiento renacentista e ilustrado
se extendieron en dicha región, a partir del gran cisma luterano en la Iglesia
católica. El parlamentarismo ingles fue el resultado de un largo proceso de disputas
del poder político entre el monarca y los señores feudales y burgueses. Este
parlamentarismo representó una forma avanzada de gobierno en Europa, y permitió
imponerle al monarca limitaciones de poder que continúan vigentes hasta nuestros
días.
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Acceso en
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Disponible
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Acceso en
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Otras referencias sobre el tema
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Acceso en
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11. Ricardo Espinoza Toledo. Sistemas
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Acceso en
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12. Web Aportación a la formación del Estado
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Acceso en
mayo 2013
Disponible
en: http://clubensayos.com/Acontecimientos-Sociales/%E2%80%9C Aportaci%C3%B3n
-La-Formaci%C3%B3n-Del-Estado/85377.html
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